En el año 2017 participé en una exposición colectiva en la Think Tank Gallery de Los Angeles, California, para la que utilicé cajas de pizza en una instalación llamada The LA Track.
Las cajas de pizza me permitieron construir de forma modular un circuito para coches teledirigidos. El material, asequible y estandarizado, se puede conseguir prácticamente en cualquier región del mundo y ofrece múltiples posibilidades a la hora de plantear estructuras, no solo como soporte utilitario, sino también como recurso plástico capaz de activar lecturas más amplias.
Así, en agosto de 2025, recurrí de nuevo a las cajas de pizza para construir DELIVERYUM: una instalación site-specificpara SOON Art Studio de Viena. Durante las dos semanas en las que el espacio me acogió como artista en residencia, pude articular una propuesta nacida de la idea de una Viena estructurada alrededor de una arquitectura sobria y limpia, en la línea de las teorías de Adolf Loos, pero representada por medio del símbolo de la cultura delivery primigenia: la caja de pizza.
La operación con este material remite a lo que Rosalind Krauss denominó “campo expandido” en relación con la escultura y, por extensión, con la pintura y las artes visuales. En este marco, la caja de pizza deja de ser un simple objeto cotidiano para desplegarse en un territorio híbrido, entre la funcionalidad y la estética, entre lo arquitectónico y lo pictórico, entre lo efímero y lo estructural. La instalación se sitúa así en una zona liminal, donde la frontera entre arte y vida cotidiana se problematiza y se hace visible.
Posteriormente, la estructura blanca y modular fue intervenida con sprays y rotuladores de manera caótica, generando un contraste radical con la sobriedad constructiva inicial. Este gesto conecta directamente con las teorías de Viktor Lowenfeld sobre la autoexpresión, que entienden el acto creativo como una necesidad psicológica y emocional más allá de la destreza técnica. La acción gestual, desordenada y visceral sobre las superficies lisas de las cajas funcionó como una apertura hacia lo irracional, lo subjetivo y lo espontáneo, permitiendo que la obra dejara de ser únicamente una reflexión sobre la estandarización arquitectónica y material para convertirse también en un testimonio de lo humano y lo expresivo. DELIVERYUM, en su tensión entre orden y caos, entre norma y desbordamiento, propone así un espacio de fricción en el que la autoexpresión emerge como fuerza transformadora de la estructura.